Mirad qué caridad (o amor) nos ha dado el Padre. San Juan había dicho en el último versículo del capítulo anterior que todo aquel que hace justicia, nace de él; es decir, es hijo de Dios por adopción. Pero el mundo no nos conoce, ni nos estima y valora como tales: y no es de extrañar, porque no han conocido, ni reconocido, ni reverenciado a Dios como debiera. Ciertamente somos los hijos de Dios; lo creemos, porque Dios nos lo ha asegurado; pero aún no ha aparecido lo que seremos (ver.

2) ¡A qué gloria o felicidad seremos exaltados en lo sucesivo, porque ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha subido en corazón de hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman! (1 Corintios ix. 2.) Solo sabemos esto, que sus elegidos serán como él, porque lo verán tal como es, cuando lo disfrutarán en el cielo. (Witham)

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