El hombre, como vemos aquí, tiene libre albedrío para convertirse en un vaso de salvación o reprobación; aunque la salvación se atribuya a la misericordia de Dios, la otra a su justicia, no repugnante a nuestro libre albedrío, pero trabajando con y por el mismo, todos los efectos en nosotros, en cuanto a su providencia y nuestros méritos son agradables. (Bristow)

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