Podemos ver en este retrato de un hijo de Adán, dibujado por la mano de un maestro, lo que deberíamos haber sido sin Jesucristo, y lo que quizás hemos sido, tantas veces como él nos ha abandonado a nosotros mismos. Quien no pueda leer en esto su propia depravación, nunca ha estudiado como debería su propio corazón.

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