Nosotros mismos también ; así como el mundo incrédulo sin nosotros que ahora yace en la maldad. De la gracia regeneradora y renovadora de Dios, que había elevado a los creyentes de una vida de inmundicia interior y vicios exteriores a una de santidad y justicia, extrae un argumento a favor de la consistencia en una vida piadosa. Cuando no están restringidos por la gracia divina, los hombres caen naturalmente en toda clase de excesos viciosos y odiosos; y nada sino el Espíritu Santo impedirá que crezcan peor y peor para siempre.

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Antiguo Testamento