para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna en Jesucristo, nuestro Señor.

Pablo ahora retoma el hilo del argumento que introdujo en el vers. 12. Introduce la inferencia de toda la discusión con "por tanto". Así como por la transgresión de uno el resultado para todos fue la condenación, así por la justicia de uno el resultado para todos los hombres es la justificación de la vida. Cuando Adán comió del fruto prohibido, fue un solo acto de desobediencia; pero como consecuencia de esa transgresión, la sentencia de condenación se ha dictado sobre todos los hombres.

Por otro lado, la justicia de Cristo, su cumplimiento de todas las demandas de la justicia de la ley, ha resultado en el hecho de que todos los hombres son declarados justos, y el juicio de vida se pronuncia sobre ellos. Y en estrecha conexión con esto hay otros dos hechos: porque así como por la desobediencia de un solo hombre, muchos, todos los hombres fueron presentados ante Dios como pecadores, así también por la obediencia de uno todos los hombres son presentados como justos y justos.

Primero, la desobediencia de Adán fue imputada a todos los hombres: Dios los consideró desobedientes a causa del pecado de Adán; pero luego vino Cristo con Su perfecta obediencia a todos los hombres, con Su completo cumplimiento de la Ley, ya través de esta obediencia vicaria los muchos, todos los hombres, son colocados en el rango, en la categoría de justos y justos. De esta manera, Cristo ganó la justicia para todos los hombres; la justificación objetiva concierne al mundo entero: cada persona sin excepción pertenece al número de aquellos para quienes se ha obtenido el beneficio de la obra de Cristo.

Del hecho de que esta justificación objetiva se convierte en realidad en propiedad de la persona individual por la fe, Pablo habla en otra parte: pero aquí tenemos el pleno consuelo de la seguridad de que la justicia de Cristo fue suficiente para colocar a todos los hombres en la clase de aquellos para quienes se han quitado los obstáculos de su salvación y se ha obtenido la plena justicia. Así se cierra la comparación entre Adán y Cristo.

Pero el apóstol se había referido arriba, verso 13, a la Ley y a Moisés. Por tanto, podría plantearse la cuestión de qué relación tienen estos con la presente discusión, ya que se encuentran a medio camino entre Adán y Cristo en la historia. San Pablo afirma: La Ley entró además, como cosa accesoria o subordinada; no tuvo el significado e influencia decisivos que tuvo el pecado en su venida. Vino solo con el propósito de que la transgresión de Adán pudiera ser aumentada o aumentada por transgresiones reales de una Ley escrita y fija.

Porque ahora que había una norma definida de la voluntad de Dios, el número de pecados que podían mostrarse como existentes se incrementó enormemente. Pero por ese mismo hecho, la misericordiosa intención de Dios hacia los hombres recibió la oportunidad de revelarse. Sin embargo, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; fue dispensado en la más rica medida y en la misma esfera. Y así la Ley no frustró, sino que promovió el fin misericordioso contemplado en la obra de Cristo.

Porque el dominio del pecado, subrayado por la ley, tenía que ceder al dominio de la gracia: para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por medio de Jesucristo, nuestro Señor. La muerte, tanto espiritual como temporal, era la esfera o provincia en la que se ejercía y manifestaba el poder o el triunfo del pecado. Pero la meta, el fin, de la gracia es la vida eterna.

El inmerecido amor de Dios en Cristo Jesús se muestra abundante y eficazmente al asegurar la vida eterna. Este efecto glorioso se asegura por medio de la justicia, la justicia plena y completa que es a través de Jesucristo, nuestro Señor. Y así, los benditos resultados de la redención de Jesucristo, que son impartidos a los hombres por la fe, encuentran su gloriosa realización en esa vida de eterna bienaventuranza que es el fin de la justificación.

Resumen

El apóstol describe las benditas consecuencias de la justificación, ya que nos las garantiza el amor de Dios y la muerte de Cristo; él muestra que, así como el pecado de Adán resultó en la condenación de todos los hombres, así la justicia de Cristo resultó en la justificación de todos los hombres, cuyo fin, para los creyentes, es la vida eterna.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad