la fuente de la verdadera libertad

Juan 8:31

El pecado no es una parte necesaria de nuestro ser. El siervo no queda en casa para siempre. Su hijo es una parte integral del hogar; se ha convertido en uno con él. Por muy lejos que viaje, nunca podrá romper el vínculo de conexión indisoluble. Pero es diferente con un sirviente, especialmente bajo las disposiciones de la ley levítica. De la misma manera, un hombre puede haber servido al pecado, pero, aunque se mantiene firmemente, no tiene los derechos necesarios sobre él.

Puede que suene la trompeta del Jubileo y él podrá salir libre. No es libertad para hacer lo que queramos. Jesús nos libera de la trampa y la lima de los pájaros, es decir, de las condiciones antinaturales que nos aprisionan y nos impiden ser lo que Dios quiso que fuéramos. La golondrina no te agradecería que la liberaras para vivir de la carroña, sino solo volver a montar en el aire soleado.

Jesús nos libera por la verdad. La esclava ya no servirá en la casa de su cruel opresor, cuando se entere de que el acto de emancipación ha pasado y él ya no tiene ningún derecho sobre ella. Cuando comprendemos que somos aceptados y triunfantes debido a nuestra unión con Cristo, comenzamos a ejercer nuestro privilegio y a recurrir a la gracia que Él ha hecho disponible. Así nos volvemos libres.

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