El primer párrafo de este capítulo registra la primera página de la historia de la Iglesia. Se ve como empezó a formarse. Las unidades separadas de los discípulos se fusionaron en la nueva unidad de la Iglesia. Mediante esta nueva unidad, Dios, por el Espíritu, se dirigió a las multitudes reunidas. Expresaron las maravillosas obras de Dios en un canto sagrado y extático.

Esto produjo un efecto en la ciudad que provocó el primer discurso registrado en el poder de Pentecostés. Es fascinante ver en ese discurso cómo el apóstol se refirió primero a las Escrituras del Antiguo Testamento y, segundo, mostró cómo todas sus predicciones se cumplieron en Jesús de Nazaret.

El resultado de este mensaje fue inmediato y glorioso. Bajo la convicción producida por el Espíritu Santo, la gente preguntó: "¿Qué haremos?" Pedro respondió, dando instrucciones claras, testimonio y exhortación, hasta que se sumaron unas 3.000 almas.

La vida de la Iglesia primitiva se describe en el versículo Hechos 2:42 , en el que se dice que "perseveraron firmemente" en cuatro asuntos: "en la enseñanza de los apóstoles", en "comunión", "en el partimiento del pan", en "oraciones."

La historia termina con una imagen de la realización práctica de esa comunión temprana, en la que estas fueron las notas predominantes: un temor sano, un servicio poderoso, un ministerio mutuo, adoración constante, una gran alegría, una influencia de gracia y un crecimiento perpetuo.

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