En el pentecostés del Sinaí, en el Antiguo Testamento, y el pentecostés de Jerusalén, en el Nuevo, donde las dos grandes manifestaciones de Dios, la legal y la evangélica; el uno de la montaña y el otro del cielo; el terrible y el misericordioso. Estaban todos unánimes en un solo lugar - Así que aquí había una conjunción de compañía, mentes y lugar; estando presentes los ciento veinte.

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