1 Corintios 1:18

Los dos caminos.

Estas frases, "Los que perecen", "Nosotros los que estamos siendo salvados", no tienen en sí mismas que ver con el estado final de las personas de las que se habla, no con el estado en que la verdad religiosa ha sido finalmente aceptada o rechazada, sino con la condición anterior, su condición cuando se les predica, cuya condición su aceptación o rechazo es una prueba o un incidente.

San Pablo divide el mundo en dos clases, no con respecto a su destino último, no pretendía en este momento mirar eso, sino con respecto a su estado actual, su estado cuando la verdad religiosa se les presentó. , y cuando la pregunta era cómo lo verían. La única clase estaba en el camino de la seguridad, del progreso, haciendo lo mejor de sí mismos, elevándose cada vez más alto y mejor; la otra clase estaba en el camino de la ruina, se desperdiciaba, se deshacía, se alejaba más de Dios, de la felicidad y de la vida.

Y para estas dos clases, dijo, la verdad religiosa llega con resultados exactamente opuestos. La única clase reconoce y acoge el bien, puede ver la belleza moral, tener tiernas conciencias y corazones intactos; la otra clase es ciega a los perfiles celestiales que no ven diferencia entre ellos y las imitaciones toscas y torpes del fraude. "La Cruz para ellos es una locura".

II. Podemos arruinarnos a nosotros mismos. No hay duda ni limitación ahí. Es posible que lo estemos haciendo, comenzando ya a recorrer ese terrible camino. Y en cierto sentido podemos salvarnos a nosotros mismos, pero no en el mismo sentido completo. Camina obedientemente con Dios, confía en Él, vuelve a Él cada vez que te hayas ofendido, aunque sea profundamente, y Él te salvará, te salvará a diario, te dará más y más vida, paz y felicidad, hasta que la lucha y el riesgo hayan terminado. y el cielo está ganado.

EC Wickham, Wellington College Sermons, pág. 240.

Referencias: 1 Corintios 1:18 . Spurgeon, Sermons, vol. xxvii., núm. 1611; Preacher's Monthly, vol. ix., pág. 212; Homiletic Quarterly, vol. v., pág. 190; TJ Crawford, La predicación de la cruz, pág. 1; Revista del clérigo, vol. ii., pág. 94; HW Beecher, Sermones, décima serie, pág. 23.

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