1 Pedro 2:16

Libertad cristiana.

I. Aquí se nos advierte contra dos grandes enemigos de nuestras almas, que siempre buscan llevarnos a la esclavitud y sustituir la verdadera libertad cristiana por la libertad imaginada, pero la esclavitud real, de la autocomplacencia. Estos dos enemigos son (1) la lujuria de la carne y (2) el orgullo. Nuestras propias conciencias nos dirán que no son enemigos cuya hostilidad se limita a personas situadas en circunstancias particulares o a un período particular de la historia cristiana, sino que hacen la guerra a todas las clases en todo momento.

Una prueba de su enemistad universal con los siervos de Cristo es que son dos de las tentaciones por las que el diablo atacó a Cristo. Nos conviene, entonces, estar atentos a trampas tan sutiles que fueron elegidas por el gran enemigo para sus propios propósitos malvados; y, al mismo tiempo, si temblamos ante nuestra propia experiencia y recuerdo de su poder, seremos consolados por el pensamiento de Aquel que, habiendo sufrido él mismo siendo tentado, siendo tentado por esas mismas inclinaciones, es capaz de socorre a los que son tentados.

II. El egoísmo y el orgullo se nos presentan aquí como los dos grandes enemigos que luchan contra el alma, y ​​siempre buscan llevarla a la esclavitud. ¿Y cómo vamos a ser liberados de sus cadenas o de sus asaltos? La verdadera razón por la que seguimos siendo esclavos de estas pasiones, en una o más de sus diversas manifestaciones, es que todavía somos ajenos al amor de Dios. Solo en Cristo podemos encontrar seguridad o liberación.

Busquen la verdadera libertad olvidándose de ustedes mismos y recordándolo; piense en el testimonio de Su vida y Su muerte contra todo egoísmo y exaltación propia; y aprendiendo a ver todas las cosas y a todas las personas, no más a través de las nieblas del orgullo y el egoísmo, sino en el puro resplandor celestial de Su Evangelio, que cada uno le ofrezca la oración reflexiva,

"Dame, humildes sabios,

El espíritu de abnegación;

La confianza de la razón da;

Y a la luz de la verdad, tu siervo déjame vivir ".

GEL Cotton, Expository Sermons on the Epistles, vol. ii., pág. 1.

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