1 Tesalonicenses 5:23

I. Hay mucha instrucción y consuelo en esta oración apostólica. La bendición por la que se ora es que los conversos de Tesalónica puedan ser santificados por completo, que su espíritu, alma y cuerpo puedan ser preservados. El Apóstol adopta la tricotomía que de una forma u otra puede decirse que pertenece a casi todos los sistemas de la filosofía "cuerpo, alma, espíritu". Es la combinación de estos tres lo que constituye nuestra naturaleza; son las debidas relaciones entre estos tres lo que constituye nuestra única felicidad posible; es la correcta formación de estos tres el objeto de esa educación permanente que debería comenzar en nuestros primeros años y terminar sólo en la tumba.

En el caso del pueblo de Cristo, la oración del Apóstol es que el cuerpo, el alma y el espíritu se conserven íntegros, sin mancha, santificados íntegramente cada uno en su completa medida y perfecta proporción. Liberados del dominio del pecado y de Satanás, Dios los guarda para la santidad. Todo el hombre debe llegar a ser totalmente hombre y Dios.

II. San Pablo se aparta a continuación, muy característicamente, para pedir las súplicas de sus amigos tesalonicenses ante el Dios de paz en su nombre y en el de sus colaboradores. Aquel que siempre daba gracias por todos ellos, mencionándolos en sus oraciones, en el amor anhelante de su corazón, ahora les pide que se mencionen a sí mismo en sus oraciones. Así es el compañerismo cristiano. El maestro apostólico pasa de la instrucción, la exhortación y la advertencia a la súplica por ayuda, no la ayuda del hombre, de hecho, sino la ayuda de Dios, pero la ayuda de Dios le fue acercada a través de la oración de intercesión del propio pueblo de Dios.

III. "La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros". En todas las variaciones con las que aparece en las epístolas paulinas, esta bendición nunca ha faltado a la palabra "gracia". Así, su primera epístola comienza y cierra con esa palabra que, por encima de todas las demás, revela la dulzura resumida de todo el Evangelio. Aquellos que tienen la gracia de nuestro Señor Jesucristo con ellos en la tierra, no pueden dejar de tener gloria con Él en el más allá en el cielo.

J. Hutchison, Lectures on Thessalonians, pág. 238.

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