2 Corintios 5:19

Dios en Cristo.

I. "Dios estaba en Cristo". En el Hijo del Hombre, como más le gusta llamarse a sí mismo, que inclina la cabeza en la muerte, que sufre la suerte común de la humanidad, esa misma circunstancia de dolor e ignominia muestra algo más que un mensajero divino de Dios, como algunos han descrito. Él, o un defensor divino ante Dios y contra Dios por el hombre, como a menudo se le ha representado. Es una manifestación o revelación real de, o más bien un revelador de la naturaleza misma de Dios, que tenemos en Él.

Él está en el Padre, el Padre en Él, y Su muerte es el fin de una vida en la que esta naturaleza humana, que todos compartimos, ha sido resucitada y ennoblecida por la unión íntima con la naturaleza Divina. El mundo ha tenido ante sí el acto culminante del amor de Dios por la raza que hace mucho tiempo había moldeado en algo a su propia imagen. Es en la unión más cercana con Dios que Él, que nació en Belén y fue crucificado en el Calvario, ha vivido y muerto.

El Padre y el Hijo se han movido juntos en la gran obra de restauración y redención. No se cruza ni se frustra la voluntad del Padre, no se gana con esfuerzo y se compra una victoria sobre un Dios ofendido.

II. El texto es un mensaje bendito, digno, seguramente, del nombre que el Apóstol le da dos veces, como de reconciliación. Y añade un punto más: "no imputar" no contabilizar, como nuestros Revisores lo han traducido más exactamente "sus ofensas contra ellos". La metáfora, lo vemos de un vistazo, es la de una deuda, libre y francamente perdonada. Este poder del perdón absoluto y completo, que pasa de Dios a través de Cristo al hombre, se coloca entre los atributos más importantes de la naturaleza divina, tal como nos lo revela Su Hijo y por él; está consagrado en nuestro credo, está incorporado en la oración de las oraciones, se enfatiza en el Sermón de la Montaña, es apelado por el Sufridor moribundo en la Cruz. A nosotros, a quienes nos cuesta tanto luchar, se nos pide que perdonemos libremente, "Sí, hasta setenta veces siete" para no cansarnos nunca de perdonar.

GG Bradley, Christian World Pulpit, vol. xxix., pág. 257.

Referencias: 2 Corintios 5:19 . Homilista, segunda serie, vol. ii., pág. 638; G. Brooks, Quinientos contornos, pág. 10. 2 Corintios 5:20 . E. Garbett, La vida del alma, pág. 37; J. Vaughan, Cincuenta sermones, octava serie, pág.

151; Revista del clérigo, vol. iii., pág. 80. 2 Corintios 5:20 ; 2 Corintios 5:21 . Spurgeon, Sermons, vol. xxxii., No. 1910.

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