Gálatas 4:16

El modo correcto de dar y recibir reproches.

I. Los hombres profesarán, y quizás creerán sin pensarlo, que obtienen los beneficios más esenciales que se pueden derivar de un verdadero amigo; pero si se ofrece a impartirlos, se convierte en enemigo. La gran causa de esta perversidad y repugnancia es que no puede ser sino la pura verdad (sea cual sea la voz) debe decir muchas cosas que son desagradables. Toda censura es así, ya que hiere el más rápido, delicado y constante de todos los sentimientos, el amor propio.

¡Y censura! ¿Quién se atreve a decir en cuántos puntos no sería censura la plena aplicación absoluta de la verdad a él? ¿Y quién se atreve a decir cuántos de estos puntos podría no ser tocado por un amigo perspicaz, que debería expresar sin reservas la verdad? De ahí la disposición a considerarlo un enemigo. Otras cosas que contribuyen a este sentimiento hacia él son (1) la falta del deseo real y sincero de estar en orden en todas las cosas; (2) orgullo, reaccionando contra un compañero mortal y compañero pecador; (3) una diferencia de juicio sobre los asuntos en cuestión; (4) una opinión o conjetura desfavorable sobre los motivos del narrador de esta verdad.

II. (1) Los que tienen que decir una verdad desagradable deben ejercitarse para comprender de qué hablan. (2) Debería ser el objetivo del instructor que la autoridad pueda ser transmitida en la verdad misma, y ​​no parezca que él la asume como el hablante de ella, que pueda ser el mero transmisor de la fuerza del sujeto. (3) El narrador de verdades desagradables debe vigilar para seleccionar momentos y ocasiones favorables ( mollia tempora fandi ) cuando una disposición inquisitiva o dócil es más aparente, cuando alguna circunstancia o tema conduce naturalmente sin formalidad o brusquedad al punto, cuando parece haber Esté en el camino mínimo para poner al reprobado en actitud de orgullo y autodefensa hostil.

J. Foster, Conferencias, primera serie, pág. 43.

Referencia: Gálatas 4:16 . Preacher's Monthly, vol. ii., pág. 96.

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