Gálatas 6:1

I. Al considerar el deber de restaurar al perdido y al criminal, observemos, primero, el espíritu con el que debe realizarse: "Restaura a tal tal con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado". Seguramente esto es todo lo contrario al espíritu del mundo. Ese espíritu se niega a considerar la posibilidad de que nosotros mismos seamos tentados, desfila ante el mundo un desafío para cuestionar nuestra propia pureza e inviolabilidad, y declara que estamos decididos a no admitir nunca la hipótesis de convertirnos en pecadores.

Tenemos que revestirnos de un espíritu directamente contrario al que encontramos a nuestro alrededor en el mundo, para sentarnos a los pies de un Maestro muy diferente y aprender de Él. Nuestro bendito Señor pasó Su vida y derramó Su sangre ideando medios para que Sus perdidos pudieran ser rescatados para Él; ya todo seguidor suyo se le exhorta a no mirar sólo sus propias cosas, sino también las de los demás.

II. Había una ley en la que nuestro bendito Señor resumía Sus preceptos sociales y prácticos, una que le pertenece peculiarmente: "Todo lo que quieras que te hagan los hombres, así hazlo con ellos". En el mayor número de casos de presos liberados es de temer que prevalezca la influencia maligna y que recaigan en el crimen; pero hay un remanente en el que hay un deseo, más o menos ferviente, de recuperar tanto como sea posible de lo que se ha perdido.

El mundo entero está en contra de ellos, pero debemos abrirles las puertas y animarlos. Debemos considerar a los caídos como a nuestros hermanos, que llevan sus cargas, en lugar de rechazarlos y dejar que se hundan bajo su peso, cumpliendo así la ley de Cristo.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. vii., pág. 195.

Referencias: Gálatas 6:1 . Homilista, tercera serie, vol. i., pág. 340; El púlpito del mundo cristiano, vol. VIP. 143; E. Johnson, Ibíd., Vol. xiv., pág. 262; HW Beecher, Ibíd., Vol. xviii., pág. 22. Gálatas 6:1 ; Gálatas 6:2 .

Ibid .., vol. xxv., pág. 378; Revista del clérigo, vol. iii., pág. 80. Gálatas 6:1 . Homiletic Quarterly, vol. enfermo, pág. 217.

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