Hermanos, aun si alguno fuere sorprendido [literalmente, cogido] en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle [un término quirúrgico] con espíritu de mansedumbre; mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. [Hermanos, si un hombre es sorprendido o tomado desprevenido por la tentación, y así cae en pecado, ustedes que no lo han hecho, sino que han caminado de acuerdo a la guía del Espíritu, traten gentilmente a tal pecador.

No lo amputes, como un pedazo de carne gangrenada, del cuerpo de la iglesia, sino manéjalo para restaurarlo. Tampoco hagáis esto con un espíritu orgulloso y farisaico, sino con un espíritu de mansedumbre, teniendo presente que vosotros mismos no estáis fuera del alcance de la tentación.]

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