EL NOMBRE DE JESÚS

'Al nombre de Jesús toda rodilla debe doblarse'.

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No podemos tomar la vieja historia del Evangelio como un símbolo poético, como una encarnación mística de una verdad interior, libre de los peligros de la investigación histórica. Porque lo que tenemos en él es un acto hecho de una vez por todas, por el cual Dios se impuso a sí mismo una entrada en el drama de nuestros asuntos.

I. ¡Una obra realizada con poder por Dios! —¿No es ése el Evangelio que necesitamos hoy? ¿Sería un evangelio algo menos que eso?

( a ) En el mundo de la moral hemos descubierto a nuestro costo que el mero conocimiento no es poder.

( b ) Estamos acosados ​​por muchos problemas sociales porque no vemos solución. Andamos a tientas en una gran oscuridad y no vemos luz. ¿Pero esta ceguera no es judicial?

( c ) En la vida personal, ¿no es el grito que sube tan lastimeramente, tan deplorablemente, un grito de poder?

II. El gran consuelo . Es a los afectados por este terror, por la sociedad y por ellos mismos, a quienes se les da el gran consuelo. El Evangelio es proclamado una vez más por un acto de poder realizado en nuestro medio; forjado de una vez por todas. Levanta la cabeza, ¡oh! los que tiemblan Levantad vuestros corazones, ¡oh! Vosotros que desmayamos. El Aliento de Dios proviene de los cuatro vientos. Sopla sobre ti; entra en ti. Levántate, ponte de pie, un ejército muy grande. ¡Levantarse! ¡Subir! ¡Andar! ¡Sigue tu vocación!

III. El nombre dado a Jesús no es un registro de un frágil sueño visionario , que acecha la tormentosa historia del hombre, incluso cuando el brillo trémulo de un arco iris se cierne, suspendido e insustancial, sobre el trueno de una catarata. No; el nombre de Jesús, el Libertador, da testimonio de un hecho hecho con seriedad; a un acto de fuerza realizado a través del sudor de sangre, por el cual entra la voluntad de Dios para luchar con la tuya, y prevalecer.

El nombre de Jesús es un poder que se llena de energía en ti, para romper las ataduras, para reavivar el debilitamiento del poder, para encender un fuego que purificará, liberará y redimirá. Levántate, entonces, camina; avanzar; no se acobarde ni tema lo que los días oscuros puedan traerle. Dentro de ti puedes poseer la realeza, la supremacía, la victoria de Aquel cuyo Nombre está por encima de todo nombre, el Nombre ante el cual "toda rodilla se doblará". Confía en ti mismo totalmente en el poder de ese Nombre viviente hecho en ti, trabajando dentro de tu ser; y te encontrarás arrastrado por el movimiento de una fuerza poderosa que avanza, segura y sin miedo, hacia esa gran hora en la que toda lengua confesará que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.

-Rvdo. Canon H. Scott Holland.

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