Y una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, nos oyó : cuyo corazón el Señor abrió, que atendía a las cosas que se decían de Pablo.

Ver. 14. Cuyo corazón abrió el Señor ] El corazón del hombre está naturalmente encerrado y atrincherado contra Dios, hasta que él, por su poderoso Espíritu, hace entrada por la fuerza, sacando al diablo de sus trincheras, 2 Corintios 10:4 .

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