10-15 El apóstol era un sabio constructor; pero la gracia de Dios lo hizo así. El orgullo espiritual es abominable; es utilizar los mayores favores de Dios, para alimentar nuestra propia vanidad, y hacer ídolos de nosotros mismos. Pero que cada uno tenga cuidado; puede haber una mala construcción sobre un buen fundamento. No se debe poner nada sobre él, sino lo que los cimientos soporten, y lo que sea de su agrado. No nos atrevamos a unir una vida meramente humana o carnal con una fe divina, la corrupción del pecado con la profesión del cristianismo. Cristo es una Roca firme, permanente e inamovible, capaz de soportar todo el peso que Dios mismo o el pecador puedan poner sobre él; tampoco hay salvación en ningún otro. Si dejamos de lado la doctrina de su expiación, no hay fundamento para nuestras esperanzas. Pero de los que se apoyan en este fundamento, hay dos clases. Algunos no sostienen nada más que la verdad tal como está en Jesús, y no predican nada más. Otros construyen sobre el buen fundamento lo que no soportará la prueba, cuando llegue el día del desastre. Podemos equivocarnos en nosotros mismos y en los demás; pero viene un día que mostrará nuestras acciones a la luz verdadera, sin cobertura ni disfraz. Aquellos que difundan la religión verdadera y pura en todas sus ramas, y cuya obra perdure en el gran día, recibirán una recompensa. Y ¡cuán grande! ¡cuánto excede a sus merecimientos! Hay otros, cuyas opiniones y doctrinas corruptas, o vanas invenciones y usos en el culto a Dios, serán conocidos, repudiados y rechazados en aquel día. Esto se refiere claramente a un fuego figurado, no a uno real; porque ¿qué fuego real puede consumir ritos o doctrinas religiosas? Y es para probar las obras de cada hombre, las de Pablo y Apolos, así como las de otros. Consideremos la tendencia de nuestras obras, comparémoslas con la palabra de Dios, y juzguémonos a nosotros mismos, para no ser juzgados por el Señor.

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