15-23 Es la gloria de un ministro negarse a sí mismo, para poder servir a Cristo y salvar almas. Pero cuando un ministro renuncia a su derecho por causa del evangelio, hace más de lo que exigen su cargo y su oficio. Al predicar el evangelio, libremente, el apóstol demostró que actuaba por principios de celo y amor, y así gozó de mucho consuelo y esperanza en su alma. Y aunque consideraba la ley ceremonial como un yugo quitado por Cristo, se sometió a ella para poder obrar sobre los judíos, eliminar sus prejuicios, convencerlos de que escucharan el evangelio y ganarlos para Cristo. Aunque no transgredía las leyes de Cristo para complacer a ningún hombre, se acomodaba a todos los hombres, cuando podía hacerlo legalmente, para ganar a algunos. Hacer el bien era el estudio y el negocio de su vida; y, para poder alcanzar este fin, no se aferraba a los privilegios. Debemos cuidarnos cuidadosamente de los extremos, y de no confiar en nada que no sea sólo la confianza en Cristo. No debemos permitir que los errores o las faltas perjudiquen a los demás o deshonren el Evangelio.

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