22-24 Cuando los creyentes tenían confianza hacia Dios, por el Espíritu de adopción, y por la fe en el gran Sumo Sacerdote, podían pedir lo que quisieran de su Padre reconciliado. Lo recibirían, si era bueno para ellos. Y así como la buena voluntad para con los hombres fue proclamada desde el cielo, así la buena voluntad para con los hombres, particularmente para con los hermanos, debe estar en el corazón de los que van a Dios y al cielo. Quien así sigue a Cristo, habita en Él como su arca, refugio y descanso, y en el Padre por medio de él. Esta unión entre Cristo y las almas de los creyentes, es por el Espíritu que les ha dado. Un hombre puede creer que Dios es bondadoso antes de conocerlo; sin embargo, cuando la fe se ha aferrado a las promesas, pone la razón a trabajar. Este Espíritu de Dios obra un cambio; en todos los verdaderos cristianos cambia del poder de Satanás al poder de Dios. Considera, creyente, cómo cambia tu corazón. ¿No anhelas la paz con Dios? ¿No renunciarías a todo el mundo por ella? Ningún beneficio, placer o preferencia te impedirá seguir a Cristo. Esta salvación se basa en el testimonio divino, en el Espíritu de Dios.

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