1-11 Incluso la apariencia de autoelogio y de cortejar el aplauso humano, es dolorosa para la mente humilde y espiritual. Nada es más agradable para los ministros fieles, o más para su alabanza, que el éxito de su ministerio, como se muestra en los espíritus y las vidas de aquellos entre los que trabajan. La ley de Cristo estaba escrita en sus corazones, y el amor de Cristo se derramaba en ellos. No estaba escrita en tablas de piedra, como la ley de Dios dada a Moisés, sino en las tablas carnosas (no carnales, pues la carnosidad denota sensualidad) del corazón,  Ezequiel 36:26. Sus corazones fueron humillados y ablandados para recibir esta impresión, por el nuevo poder creador del Espíritu Santo. Él atribuye toda la gloria a Dios. Y recuerda que, como toda nuestra dependencia es del Señor, toda la gloria le pertenece sólo a él. La letra mata: la letra de la ley es el ministerio de la muerte; y si descansamos sólo en la letra del evangelio, no seremos mejores por ello: pero el Espíritu Santo da vida espiritual, y vida eterna. La dispensación del Antiguo Testamento era el ministerio de la muerte, pero el Nuevo Testamento de la vida. La ley daba a conocer el pecado, la ira y la maldición de Dios; nos mostraba un Dios por encima de nosotros, y un Dios contra nosotros; pero el evangelio da a conocer la gracia, y a Emmanuel, Dios con nosotros. En él se revela la justicia de Dios por la fe; y esto nos muestra que el justo vivirá por su fe; esto da a conocer la gracia y la misericordia de Dios por medio de Jesucristo, para obtener el perdón de los pecados y la vida eterna. El evangelio supera tanto a la ley en gloria, que eclipsa la gloria de la dispensación legal. Pero incluso el Nuevo Testamento será una carta mortífera, si se muestra como un mero sistema o forma, y sin depender de Dios el Espíritu Santo, para darle un poder vivificador.

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