42-47  En estos versos tenemos la historia de la iglesia verdaderamente primitiva, de los primeros días de ella; su estado de infancia ciertamente, pero, como eso, el estado de su mayor inocencia. Se aferraban a las santas ordenanzas, y abundaban en piedad y devoción; porque el cristianismo, cuando se admite en el poder de él, dispondrá al alma a la comunión con Dios en todas aquellas formas en que él nos ha designado para encontrarnos con él, y ha prometido encontrarnos. La grandeza del acontecimiento los elevó por encima del mundo, y el Espíritu Santo los llenó de tal amor, que hizo que cada uno fuera para otro como para sí mismo, y así hizo que todas las cosas fueran comunes, no destruyendo la propiedad, sino haciendo desaparecer el egoísmo, y provocando la caridad. Y Dios, que los movía a ello, sabía que pronto iban a ser expulsados de sus posesiones en Judea. El Señor, de día en día, inclinaba los corazones de más personas a abrazar el Evangelio; no sólo de los profesantes, sino de los que realmente eran llevados a un estado de aceptación con Dios, siendo hechos partícipes de la gracia regeneradora. Aquellos que Dios ha designado para la salvación eterna, serán efectivamente llevados a Cristo, hasta que la tierra sea llena del conocimiento de su gloria.

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