Porque por ese único Espíritu, que recibimos en el bautismo, estamos todos unidos en un cuerpo. Ya sean judíos o gentiles, que están a mayor distancia unos de otros por naturaleza. Ya sean esclavos o hombres libres, que están a la mayor distancia por ley y costumbre. Todos hemos bebido de un solo Espíritu: en esa copa, recibida por fe, todos bebimos un solo Espíritu, que primero inspiró y aún conserva la vida de Dios en nuestras almas.

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