Desde el comienzo del capítulo 14 hasta el final del versículo 7 en el capítulo 15 se retoma otro punto, al que dieron lugar las diferentes posiciones de judíos y gentiles. Era difícil para un judío librarse de la sensación de diferencia entre los días y entre las carnes. Un gentil, habiendo abandonado todo su sistema religioso como idólatra, no se aferró a nada. La naturaleza humana está sujeta a este respecto a pecar por ambos lados: falta de conciencia, voluntad desenfrenada y conciencia ceremonial.

El cristianismo no reconoce ninguna de estas cosas. Libera de la cuestión de los días y las comidas haciéndonos celestiales con Cristo. Pero nos enseña a soportar la debilidad consciente ya ser nosotros mismos conscientes. La conciencia no puede tener derecho a prescribirnos una cosa nueva como un deber, pero puede, por ignorancia, tener como obligatoria una cosa tradicional. En realidad tenemos entera libertad, pero debemos soportar la debilidad de la fe en otro, y no poner tropiezo en su camino.

El apóstol da tres indicaciones al respecto: Primero, para recibir a los débiles, pero no para la discusión de cuestiones que hay que resolver; segundo, no juzgar a nuestro hermano, ya que es siervo de Cristo, no nuestro; y cada uno debe dar cuenta de sí mismo a Dios; tercero, soportar las enfermedades de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos; caminar en el espíritu del amor, y, si estamos en un estado superior, mostrarlo recibiéndonos unos a otros, como Cristo nos ha recibido, para la gloria de Dios, que eclipsa al hombre y sus pequeñas superioridades, y que enciende la caridad y la hace ardiente, ferviente en buscar el bien de los demás, llevándonos tanto fuera de nosotros mismos, y más allá de las cosas pequeñas, que seamos capaces de adaptarnos a los demás, donde no se pone en duda la voluntad de Dios y su gloria.

En estas exhortaciones se presentan muchos principios importantes. Cada uno dará cuenta de sí mismo a Dios. Cada uno, en estos casos, debe estar completamente persuadido en su propia mente, y no debe juzgar a otro. Si alguno tiene una fe que lo libre de las observancias tradicionales, y ve que no son absolutamente nada, como en verdad lo son, que tenga su fe en Dios, y no haga tropezar a su hermano.

Nadie vive para sí mismo, y nadie muere para sí mismo; somos del Señor. Los débiles entonces miran el día por causa del Señor; los otros no la tienen en cuenta por causa del Señor. Esta es la razón por lo tanto para no juzgar. Aquel a quien yo juzgo es del Señor. Por tanto, también debo procurar agradar a mi hermano porque su edificación es del Señor; y debo recibirlo, como he sido recibido, para participar de la gloria de Dios que le ha sido conferida.

Servimos a Cristo en estas cosas pensando en el bien de nuestro hermano. En cuanto a la energía de la fe de un hombre, que la tenga entre él y Dios. El amor es el soberano para el uso de su libertad, si es libertad, y no la servidumbre de la indiferencia. Para lo contrario de este principio, cuando estas observancias se usan para destruir la libertad en Cristo, véase Gálatas 4 , donde el apóstol muestra que, si la observancia se enseña como un principio, en realidad se está volviendo al paganismo.

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