Cuando Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se entristeció profundamente al ver toda la ciudad llena de ídolos. Debatía con los judíos y los fieles en la sinagoga y todos los días hablaba en la plaza de la ciudad con todos los que encontraba. Algunos de los filósofos epicúreos y estoicos discreparon de él. Algunos de ellos dijeron: "¿Qué estaría diciendo este gorrión de alcantarillado de hombre?" Otros dijeron: "Parece ser el heraldo de extrañas divinidades.

Esto dijeron porque les contó las buenas nuevas de Jesús y la resurrección. Así que lo tomaron y lo llevaron al Areópago diciendo: "¿Podemos saber cuál es esta nueva y extraña enseñanza de la que hablas? Porque estás introduciendo cosas que nos suenan extrañas. Queremos pues saber qué significan estas cosas.” (Todos los atenienses y los forasteros que allí se quedan no tienen tiempo para otra cosa que no sea hablar y escuchar la última idea).

Cuando huyó de Berea, Pablo se encontró solo en Atenas. Pero, con compañeros o solo, Pablo nunca dejó de predicar a Cristo. Atenas hacía tiempo que había dejado atrás sus grandes días de acción, pero seguía siendo la ciudad universitaria más grande del mundo, a la que acudían hombres de todas partes en busca de conocimientos. Era una ciudad de muchos dioses. Se decía que había más estatuas de dioses en Atenas que en todo el resto de Grecia junta y que en Atenas era más fácil encontrarse con un dios que con un hombre. En la gran plaza de la ciudad la gente se reunía para hablar, pues en Atenas poco más hacían. Paul no tendría dificultad en encontrar a alguien con quien hablar y los filósofos pronto lo descubrieron.

Estaban los epicúreos (ver Epikoureios G1946 ). (i) Creían que todo sucedió por casualidad. (ii) Creían que la muerte era el final de todo. (iii) Creían que los dioses estaban alejados del mundo y no les importaba. (iv) Creían que el placer era el fin principal del hombre. No se referían al placer carnal y material; porque el mayor placer era el que no traía dolor en su estela.

Estaban los estoicos. (i) Creían que todo era Dios. Dios era espíritu de fuego. Ese espíritu se embotó en la materia pero estaba en todo. Lo que dio vida a los hombres fue que una pequeña chispa de ese espíritu habitó en ellos y cuando murieron volvió a Dios. (ii) Creían que todo lo que sucedía era la voluntad de Dios y por lo tanto debía aceptarse sin resentimiento. (iii) Creían que de vez en cuando el mundo se desintegraba en una conflagración y comenzaba de nuevo en el mismo ciclo de eventos.

Llevaron a Pablo al Areópago ( G697 -- el griego para Colina de Marte). Era el nombre tanto de la colina como de la corte que se reunía en ella. La corte era muy selecta, quizás solo treinta miembros. Se ocupaba de los casos de homicidio y tenía la vigilancia de la moral pública. Allí, en la ciudad más sabia del mundo y ante la más exclusiva de las cortes, Pablo tuvo que declarar su fe. Podría haber intimidado a cualquier otra persona; pero Pablo nunca se avergonzó del evangelio de Cristo. Para él, esta era otra oportunidad dada por Dios para testificar de Cristo.

SERMÓN A LOS FILÓSOFOS ( Hechos 17:22-31 )

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