34. La mujer soltera y la virgen. Lo que él había dado a los hombres ahora lo declara de la misma manera que a las mujeres: que las cosas terrenales no impiden que las vírgenes y las viudas dediquen todas sus preocupaciones y afectos a Dios. No es que todos actúen de esta parte, sino que hay una oportunidad para ello, si la mente está tan dispuesta. Cuando él dice que ella puede ser santa en cuerpo y en espíritu, él muestra qué tipo de castidad es verdadera y aceptable para Dios, cuando la mente se mantiene sin contaminar a la vista de Dios. ¡Quiera Dios que esto fuera atendido más cuidadosamente! En cuanto al cuerpo, vemos qué tipo de dedicación al Señor comúnmente existe por parte de los monjes, monjas y toda la escoria del clero papístico, que cuyo celibato no se puede imaginar que sea más obsceno. (435) Pero por no hablar en la actualidad de la castidad del cuerpo, ¿dónde se puede encontrar uno entre los que se admiran como consecuencia de su reputación de contingencia, que no arde con lujuria base? Sin embargo, podemos inferir de esta declaración de Pablo, que ninguna castidad es agradable a Dios que no se extienda tanto al alma como al cuerpo. Lo haría a Dios que aquellos que practican en términos tan altivos como la continencia, lo hicieron pero ¡Entiende que tienen que ver con Dios! No tendrían tanta confianza en sus contiendas con nosotros. Al mismo tiempo, no hay nadie en la actualidad que discuta sobre el tema de la contingencia en un estilo más magnífico que aquellos que son abiertamente y de la manera más desvergonzada culpables de fornicación. Pero aunque deberían comportarse de manera tan honorable a la vista de los hombres, eso no es nada, si no mantienen sus mentes puras y exentas de toda impureza.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad