13 Te cobro La gran vehemencia de la solemne apelación, que Pablo emplea, es una prueba de cuán rara y difícil es la virtud de perseverar en el ministerio, en de manera apropiada, hasta el final; porque, aunque exhorta a otros, en la persona de Timoteo, también se dirige a él.

Ante Dios, que aviva todas las cosas, lo que afirma acerca de Cristo y de Dios, tiene una relación inmediata con el tema presente; porque, cuando le atribuye esto a Dios, que acelera todas las cosas, desea enfrentar la ofensa de la cruz, que no nos presenta más que la apariencia de la muerte. Por lo tanto, quiere decir que debemos cerrar los ojos cuando los hombres impíos aguantan y amenazan de muerte; o más bien, que debemos fijar nuestros ojos solo en Dios, porque es él quien restituye a los muertos a la vida. La cantidad total es que, apartando nuestra mirada del mundo, debemos aprender a mirar a Dios solo.

Y Cristo Jesús, quien testificó una buena confesión ante Poncio Pilato. Lo que ahora agrega sobre Cristo contiene una confirmación notable; porque se nos enseña que no estamos en la escuela de Platón, para aprender filosofía de él y escucharlo hablar a la sombra sobre disputas ociosas; pero que la doctrina que profesa Timoteo fue ratificada por la muerte del Hijo de Dios. Cristo hizo su confesión ante Pilato, no en una multitud de palabras, sino en realidad; es decir, al sufrir una muerte voluntaria; porque, aunque Cristo eligió permanecer en silencio ante Pilato, en lugar de hablar en su propia defensa, porque había venido allí, ya dedicado a una cierta condena; Sin embargo, en su silencio había una defensa de su doctrina no menos magnífica que si se hubiera defendido en voz alta. Lo ratificó con su sangre y con el sacrificio de su muerte, mejor de lo que podría haberlo ratificado con su voz. (128)

Esta confesión que el apóstol llama buena. Porque Sócrates también murió; y, sin embargo, su muerte no fue una prueba satisfactoria de la doctrina que sostenía. Pero cuando escuchamos que la sangre del Hijo de Dios fue derramada, ese es un sello auténtico que elimina todas nuestras dudas. En consecuencia, cada vez que nuestros corazones vacilan, recordemos que siempre debemos ir a la muerte de Cristo para su confirmación. ¡Qué cobardía habría en abandonar a un líder así que nos presentara el camino!

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