12. Enterrado con él, en el bautismo. Explica aún más claramente la forma de la circuncisión espiritual, porque, siendo enterrados con Cristo, somos participantes de su muerte. Él declara expresamente que lo obtenemos por medio del bautismo, que puede ser más evidente que no hay ventaja de la circuncisión bajo el reinado de Cristo. De lo contrario, alguien podría objetar: “¿Por qué abolís la circuncisión con este pretexto, que su logro está en Cristo? ¿No fue también Abraham circuncidado espiritualmente y, sin embargo, esto no impidió agregar la señal a la realidad? La circuncisión externa, por lo tanto, no es superflua, aunque lo que es interno es conferido por Cristo ". Pablo anticipa una objeción de este tipo al mencionar el bautismo. Cristo, dice él, logra en nosotros la circuncisión espiritual, no a través de ese antiguo signo, que estaba en vigor bajo Moisés, sino por el bautismo. El bautismo, por lo tanto, es un signo de lo que se nos presenta, que mientras estuvo ausente fue prefigurado por la circuncisión. El argumento está tomado de la economía (374) que Dios ha designado; Los que retienen la circuncisión idean un modo de dispensación diferente del que Dios ha designado.

Cuando dice que estamos enterrados con Cristo, esto significa más que eso, estamos crucificados con él; porque el entierro expresa un proceso continuo de mortificación. Cuando dice que esto se hace por medio del bautismo, como también lo dice en Romanos 6:4, habla de su manera habitual, atribuyendo eficacia al sacramento, para que no signifique infructuosamente lo que no existe. . (375) Por el bautismo, por lo tanto, somos sepultados con Cristo, porque Cristo al mismo tiempo logra eficazmente esa mortificación, que allí representa, que la realidad puede estar unido con el signo.

En el cual también vosotros habéis resucitado. Él magnifica la gracia que obtenemos en Cristo, como ser muy superior a la circuncisión. "No solo somos", dice él, "injertados en la muerte de Cristo, sino que también nos elevamos a la novedad de la vida", de ahí que aquellos que se esfuerzan por llevarnos de vuelta a la circuncisión se lastimen más a Cristo. Agrega, por fe, porque sin lugar a dudas recibimos lo que se nos presenta en el bautismo. ¿Pero qué fe? La de su eficacia u operación, con lo que quiere decir, que la fe se basa en el poder de Dios. Como, sin embargo, la fe no deambula en una contemplación confusa e indefinida, mientras hablan, del poder divino, él insinúa qué eficacia debería tener a la vista: aquello por lo que Dios levantó a Cristo de la muerte. Sin embargo, da esto por sentado que, dado que es imposible que los creyentes sean separados de su cabeza, el mismo poder de Dios, que se manifestó en Cristo, se difunde entre todos en común.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad