9. Y siendo reprendidos por su conciencia. Aquí percibimos cuán grande es el poder de una conciencia malvada. Aunque esos hipócritas malvados intentaron atrapar a Cristo por sus cavillas, tan pronto como él traspasa sus conciencias con una sola palabra, la vergüenza los pone en fuga. Este es el martillo con el que debemos romper el orgullo de los hipócritas. Deben ser convocados al tribunal de Dios. Aunque es posible que la vergüenza, con la que fueron golpeados ante los hombres, tuviera mayor influencia sobre ellos que el temor de Dios, aún es un gran asunto que, por su propia voluntad, se reconozcan culpables, cuando así volar como si estuvieran confundidos. Se agrega de inmediato,

Comenzando desde el mayor hasta el último. Nos llama la atención esta circunstancia, que, según cada uno de ellos superó a los demás en su rango honorable, su condena lo conmovió más rápidamente. Y le gustaría a Dios que (209) nuestros escribas, que en la actualidad venden sus labores al Papa para hacer la guerra con Cristo, tengan al menos tanta modestia como esos hombres; pero son tan indigentes de vergüenza que, si bien se han vuelto infames por cada crimen detestable, se glorían en el hecho de que se les permite ser tan abominables como elijan, sin ser castigados. También debemos observar cuán ampliamente esta convicción de pecado, por la cual los escribas fueron afectados, difiere del arrepentimiento verdadero. Porque deberíamos ser afectados por el juicio de Dios de tal manera, que no buscaremos un lugar de ocultación para evitar la presencia del Juez, sino que iremos directamente a Él, para implorar su perdón.

Jesús se quedó solo. Esto fue provocado por el Espíritu de sabiduría, que esos hombres malvados, que no ganaron nada tentando a Cristo, se fueron. Tampoco hay ninguna razón para dudar de que tendremos éxito en derrotar todos los artilugios de nuestros enemigos, siempre que nos permitamos ser gobernados por el mismo Espíritu. Pero con frecuencia sucede que obtienen una ventaja sobre nosotros, porque, al no atender sus trampas, no tenemos cuidado de tomar consejos, o más bien, confiando en nuestra propia sabiduría, no consideramos cuánto necesitamos al gobierno de lo Santo Espíritu. Él dice que Cristo se quedó solo; no porque la gente, a la que antes enseñaba, lo había dejado, sino porque todos los escribas, que habían traído a la adúltera, no lo molestaron más. Cuando se dice que la mujer permaneció con Cristo, aprendamos con este ejemplo que no hay nada mejor para nosotros que ser llevados, como culpables, a su tribunal, siempre y cuando nos entreguemos con moderación y sumisión a su gobierno.

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