¡Ay de mí si no anunciare el evangelio! De esto se deduce que se dieron mandatos estrictos a los Apóstoles (S. Mat 28:19) para predicar el Evangelio y enseñar a todas las naciones, de modo que, si no lo hubieran hecho, habrían pecado mortalmente. Porque sobre los que descuidan este su deber, pronuncia el ay de la ira de Dios y del infierno. Todos los pastores, obispos y arzobispos están obligados por los mismos mandatos. Cf. cap. i. 17

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Antiguo Testamento