Porque aunque predico el evangelio, no tengo nada de qué gloriarme. - Mejor, porque aunque predico el evangelio, no tengo motivos para jactarme. San Pablo procede ahora a mostrar cómo su mantenimiento por parte de la Iglesia lo privaría de su derecho a jactarse o gloriarse en su obra. La mera predicación del evangelio no proporciona motivo de jactancia; es una necesidad; La aflicción de Dios le aguardaría en el juicio, si no lo hacía. Un hombre no puede tener motivos para jactarse de hacer lo que debe hacer.

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