Como todos los que creen en Cristo serán salvos, todos aquellos a quienes se les da a conocer están obligados tanto por el deber como por el interés de creer en él, y así, por la gracia, prepararse para vivir y regocijarse con él para siempre en el cielo. Si no lo hacen, su destrucción será más terrible que si nunca hubieran oído hablar de él, o si nunca hubiera venido al mundo.

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Antiguo Testamento