Pero tú, oh hombre de Dios, todo lo que haga el mundo; (un hombre de Dios es un profeta, un mensajero de Dios, o un hombre devoto de Dios, un hombre de otro mundo;) huye como de una serpiente, en lugar de codiciar estas cosas, y sigue la justicia Verdad, justicia, misericordia , con todos sus frutos propios; piedad Piedad sincera y ferviente, que implica devoción a Dios, de corazón y de vida, y conformidad a su imagen; La fe en todas sus ramas, especialmente porque tiene las perfecciones de Dios, y las verdades y promesas de su palabra por objeto, lo que implica una evidencia de lo que no se ve y una garantía de lo que se espera., con fidelidad en cuanto a toda la confianza que se te ha encomendado. Esta fe es el fundamento de la justicia, el sostén de la piedad, la raíz de toda gracia del Espíritu; amor a Dios y a toda la humanidad, amigos o enemigos, y especialmente a todos los santos. Esto el apóstol lo mezcla con todo lo bueno: él, por así decirlo, penetra con amor todo lo que trata , la fuente gloriosa de toda santidad interior y exterior.

Paciencia ante todas las aflicciones que vienen inmediatamente de la mano de Dios; mansedumbre Bajo todas las provocaciones que proceden del hombre mediante el permiso de Dios. Pelea la buena batalla de la fe Griego, αγωνιζου τον καλον αγωνα, agoniza la buena agonía , o, mantén la buena batalla: las palabras, con las que siguen, son claramente agonísticas, y se refieren al afán con que contendieron en el griego. los juegos lucharon y se apoderaron de la corona; y el grado en que la presencia de muchos espectadores, o la nube de testigos, los animó en sus concursos. Algunos traducirían la cláusula, Ejercita el buen ejercicio; pero la palabra ejerciciono expresa, de ninguna manera, la fuerza de αγωνα, que siempre supone que un oponente es resistido. Echa mano de la vida eterna El premio delante de ti; a lo cual también eres llamado por el evangelio y la gracia de Dios; y en cumplimiento del mismo; has profesado , etc. O, mejor dicho, has confesado; una buena confesión Probablemente en su bautismo u ordenación, o quizás en ambos; ante muchos testigos que estuvieron presentes en ese día solemne, cuando te dedicaste total e irrevocablemente al servicio de Dios, de Cristo, de su iglesia y de toda la humanidad.

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