Pero no es posible que la vida de Cristo falle. La muerte ha perdido todo su poder sobre él. La muerte que murió, murió al pecado. Fue el último sacrificio que hizo al pecado, y uno que lo liberó de su dominio para siempre. Él murió de una vez por todas, y Su muerte no necesitaba repetirse ni podía repetirse. Por otro lado, su vida está asegurada, porque depende totalmente de Dios.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad