Verso 7. Dios no nos ha dado el espíritu de temor...   Aquí hay una alusión a la entrega de la ley en el monte Sinaí. Esta fue comunicada con una majestuosidad tan terrible que engendró temor en todos los israelitas: incluso Moisés, en esa ocasión, temió y tembló en extremo. El Evangelio fue introducido de una manera mucho más suave; todo se puso al nivel del intelecto humano y al alcance de todo espíritu humano. Nada era terrible, nada prohibía, sino que todo invitaba. El mismo espíritu y el genio de ella era un espíritu de poder, de amor y de una mente sana.

En lugar de δειλιας, miedo, algunos MSS. y versiones tienen δουλειας, servidumbre o esclavitud; Dios no nos ha dado el espíritu de ESCLAVITUD, sino de poder, δυναμεως, para hacer milagros, para confundir a los enemigos, para apoyarnos en las pruebas, y capacitarnos para hacer lo que es lícito y correcto a sus ojos. Y de amor, que nos permite escuchar, creer, esperar y soportar todas las cosas; y es el incentivo de toda obediencia. De una mente sana, σωφρονισμου, de autoposesión y gobierno, según algunos. Pero una mente sana implica mucho más; significa un entendimiento claro, un juicio sano, una voluntad rectificada, pasiones santas, temperamentos celestiales; en una palabra, el alma entera armonizada en todos sus poderes y facultades; y completamente regulada e influenciada para pensar, hablar y actuar correctamente en todas las cosas. El apóstol dice: Dios ha dado el espíritu de estas cosas; no son facticias; no son asumidas por tiempos y circunstancias; son poderes y temperamentos radicales; cada uno producido por su propio principio.

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