Verso Colosenses 2:23Lo cual tiene ciertamente una apariencia de sabiduría... Todas estas prescripciones y ritos tienen ciertamente apariencia de sabiduría, y se recomiendan por razones plausibles; pero forman un culto que Dios no ha ordenado, y ordenan maceraciones del cuerpo, acompañadas de una humillación del espíritu, que no son provechosas para el alma, ni de ninguna ventaja para el cuerpo; de modo que toda su religión no vale nada.

Lo que aquí se denomina culto a la voluntad, εθελοθρησκεια, significa simplemente un modo de culto que un hombre elige para sí mismo, independientemente de la revelación que Dios ha dado. Todo el sistema del deísmo es un εθελοθρησκεια, un culto fundado en la voluntad o caprichos del hombre, y no en la sabiduría o voluntad de Dios; y es tan provechoso para el cuerpo y el alma como aquel del que habla el apóstol. Dios será servido a su manera; es justo que prescriba al hombre las verdades que ha de creer y las ordenanzas que ha de usar. Negarse a recibir su enseñanza para preferir nuestras propias fantasías, es encender una vela de un centavo como sustituto del sol del mediodía. Desde el principio del mundo, Dios ha prescrito el culto que le era más agradable, y nunca ha dejado un asunto de tal importancia al hombre. Las naciones que no han tenido una revelación, o que se han negado a recibir la que Dios ha dado, muestran, por su diversidad de culto, superstición, absurdo, y en muchos casos crueldad, cuál habría sido el estado del conjunto, si Dios, en su infinita misericordia, no lo hubiera bendecido con una revelación de su voluntad. Dios ha dado instrucciones respecto a su culto; y ha designado el séptimo día para los ejercicios peculiares de los deberes espirituales: otros tiempos los ha dejado a la conveniencia del hombre; y abusan del texto quienes dicen que la designación de tiempos y lugares particulares para el servicio religioso es un culto a la voluntad. Dios prescribe la cosa, y deja al hombre, excepto en el caso del sábado, la tarea de designar el tiempo y el lugar; ni es posible ser demasiado frecuente en el culto a Dios, como tampoco es posible ser demasiado ferviente.

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