REFLEXIONES

Alabanza eterna a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, por los bondadosos descubrimientos hechos a la Iglesia en este capítulo bendito del amor divino, y por todas las manifestaciones de la gracia y la misericordia del Pacto, en la Persona, obra y oficios del Señor Jesucristo, como Cabeza y Esposo de su Iglesia de una eternidad a otra. ¡Oh! ¡Qué vista gloriosa se da aquí de Cristo en este Capítulo! ¡Señor! sea ​​mi estudio, día y noche, bajo la enseñanza divina, para aprender y conocer al único Dios verdadero, ya Jesucristo, a quien ha enviado.

Y, ¡oh! ¡Bendito Emmanuel, Dios y hombre en una sola persona! ¡Oh! que medite incesantemente en las glorias de tu naturaleza y esencia, Uno con el Padre y el Espíritu Santo, Dios sobre todo, bendito por los siglos. Amén. ¡Que te contemple en tu gloria de Mediador, la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura! Y, ¡oh! ¿Qué glorias contemplo y contemplo aquí en tu persona, antes de que mi SEÑOR realizara un solo acto de obra de redención para su Iglesia, en el estado temporal de su naturaleza caída? cuando como leo aquí, por ti son creadas todas las cosas que están en el cielo y en la tierra; todas las cosas fueron creadas no solo por ti, sino para ti, y tú eres antes de todas las cosas, y por ti todas las cosas subsisten. ¡Oh! las glorias de mi Señor, en la creación, la providencia, la gracia y la gloria.

¡Y cuando recuerdo tus maravillas de amor a la Iglesia en el tiempo, tu encarnación, bautismos, tentaciones, dolores, milagros, vida, muerte, resurrección, ascensión, regreso a la gloria y las maravillas de tu sacerdocio inmutable! Cuando te veo ahora todavía llevando el mismo diseño, vistiendo nuestra naturaleza, apareciendo en nuestro lugar, tomando las Personas y causas de todo tu pueblo, sintiendo con ellos y sintiendo por ellos, y nunca cesarás, hasta que hayas traído ¿Tus hijos e hijas comprados por sangre, con toda tu familia real alrededor de tu trono, para estar contigo para siempre? ¡Oh! por gracia, hasta que venga este gran día de mi Dios, para amarte, y vivir para ti, y para aclamar tu nombre maravilloso. ¡Señor! Sé tú mi porción de día a día, para que por la fe en esta esperanza bienaventurada, pueda ahora vivir, y por fin, en la plena certeza de la gloria, morir.

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