Entonces se bautizaron los que con gozo recibieron su palabra; y ese mismo día se les añadieron unas tres mil personas. (42) Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión con los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones. (43) Y sobrevino temor sobre todos los seres, y los apóstoles hacían muchas maravillas y señales. (44) Y todos los que habían creído estaban juntos, y tenían todas las cosas en común; (45) Vendieron sus posesiones y bienes, y los repartieron entre todos, según la necesidad de cada uno.

(46) Y ellos, perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan de casa en casa, comían su comida con alegría y sencillez de corazón, (47) alabando a Dios y teniendo el favor de todo el pueblo. Y el Señor añadía a la iglesia todos los días los que debían ser salvos.

Aquí tenemos las graciosas y áridas consecuencias gozosas que resultan del conjunto, en las poderosas operaciones de Dios el Espíritu Santo, por la instrumentalidad del Sermón de Pedro. ¡Tres mil almas, convertidas para salvación en el acto, al conocimiento y al amor de Jesús! ¡Qué muestra, en los primeros frutos del descenso del Espíritu Santo, de lo que en la cosecha después de la cosecha el Señor el Espíritu se reuniría en la Iglesia de Dios! Y he aquí, las continuas evidencias siguieron hasta la completitud del trabajo.

Una perseverancia firme en la doctrina; y una observancia continua de las ordenanzas. Y mientras los que recibieron el Espíritu Santo, en sus dones y gracias recibieron todo lo necesario para su santificación privada; los Apóstoles recibieron el poder de obrar milagros, como prueba de su ministerio público. Un santo temor se apoderó de todos los espectadores. La caridad más ilimitada estalló entre todos los fieles. El templo o casa particular; la asamblea pública o la reunión privada; todo resonaba con el adorable nombre de Jesús.

Y tanto de Dios apareció en todo el comportamiento de esos hombres santos, en esta temporada tan bendita, que fue una fiesta continua. Y Jehová, en su triple carácter de Persona, dio tal testimonio de la palabra de su gracia, que cada día el Señor llamaba a los suyos de las tinieblas a la luz, y del poder del pecado y de Satanás al Dios viviente. ¡Oh! bendito Pentecostés de un Dios bendito! ¡Señor! ¡Concede en este último día de tu Iglesia un Pentecostés renovado para manifestar tu gloria!

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