REFLEXIONES

Bendito sea Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, por todas las bendiciones concedidas a la Iglesia, en todos los propósitos del Pacto, ante todos los mundos; y por todas las misericordias en el tiempo-estado de la Iglesia, a través de todas las dispensaciones. ¡Oh! hora bendita, cuando Jesús, habiendo terminado la obra de redención, volvió a la gloria; y Dios el Espíritu Santo descendió para hacer efectiva su gran salvación. Bendito Señor, todavía concede tus días de Pentecostés a tu Iglesia; hasta que, no sólo tres mil almas, sino miles de miles, sí, todos aquellos a quienes se hace esta promesa, a todos los que están lejos y a todos los que están cerca, todos los que el Señor nuestro Dios llamare, sabrán el sonido gozoso, y camina a la luz de tu divino semblante.

¡Ministros de mi Dios! busque las pruebas diarias de su apóstol, en las unciones y la ordenación de las visitas del Señor en Pentecostés. Y vosotros, nada menos, del pueblo del Señor, que hasta ahora habéis vivido, inconscientes de la resurrección de Jesús, de cualquier testimonio salvador de ella en vuestros corazones; Estén atentos a esos dones de ascensión de un Salvador resucitado y exaltado, cuyo acto de gracia es dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados. ¡Oh! para el derramamiento del Espíritu sobre todos los redimidos del Señor, para que cada día se agreguen a la Iglesia los que deben ser salvos.

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