REFLEXIONES.

Que tanto el escritor como el lector, reflexionen bien sobre el contenido de este capítulo antes de cerrar el libro, mirando al gran Autor de su santa palabra, para comisionarla a sus corazones y hacer de ella un sabor de vida para vida, para que el nombre de Jesús sea como ungüento derramado.

Y ¡oh! por la gracia, para ser como las vírgenes prudentes, no salir con la lámpara de una mera profesión; el cual, por no ser alimentado ni mantenido con vida por el Señor, no puede sino salir a la medianoche. ¡Tampoco mi alma sea como el siervo inútil, cuyo fin no podría ser otro que ser arrojado a las tinieblas de afuera, donde hay llanto y crujir de dientes! ¡Oh! precioso Señor Jesús! qué alivio es para mi alma que cuando vengas en tu gloria, y todos tus santos ángeles contigo, tus redimidos sean puestos a tu diestra; y su introducción a la felicidad eterna, entonces será proclamada ante un mundo congregado, como resultado de tu gracia, no de su mérito.

¡Sí! Tú, gloriosa Cabeza de tu Iglesia y de tu pueblo, se verá entonces que eres la única causa de toda su salvación y gozo, su porción y felicidad eternas, en el tiempo y por toda la eternidad. ¡Señor! Concede en mi corazón todos los efectos benditos de tu amor, para que pueda amarte a ti y a tus miembros, como corrientes de la fuente de tu amor, y manifestar de quién soy y a quién sirvo, en el evangelio del amado Hijo de Dios. para que todos tus redimidos hayan recibido un reino inamovible, que tengamos la gracia de que sirvamos a Dios de manera aceptable, con reverencia y temor piadoso.

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