El pueblo de Dios todavía está sujeto a insultos; pero es imposible sentir calor en todo momento en el servicio del Señor donde hay burladores. A veces, en efecto, una santa indignación y un celo por Jesús, dan libertad y libertad al alma; pero una atmósfera fría y gélida de oyentes enfriará también el espíritu de un ministro.

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