Al día siguiente, porque quería saber con certeza por qué lo acusaban los judíos, lo soltó de sus ataduras y mandó que aparecieran los principales sacerdotes y todo su consejo, e hizo descender a Pablo y lo puso delante de ellos.

Al día siguiente, porque hubiera sabido con certeza por qué lo acusaban los judíos, lo soltó de sus ligaduras y mandó que se presentaran los principales sacerdotes y todo su consejo , [holon ( G3650 ) to ( G3588 ) sunedrion ( G4892 ) )] - 'todo el Sanedrín para reunirse,'

Y bajó a Pablo, y lo puso delante de ellos. Nótese aquí el poder de ordenar un Sanedrín para juzgar este caso, asumido por los oficiales romanos y consentido por su parte.

Observaciones:

Aquí nuevamente uno no puede dejar de notar esa rara combinación de grandes cualidades que hicieron de Pablo el hombre de diez mil que era. Hemos visto en ( Hechos 21:1 Observación 2, al final de esa sección) cómo, inmediatamente después de ser rescatado con alguna dificultad del asesinato por el tribuno militar, y de pie esposado en las escaleras del castillo, en su camino a los cuarteles, suplicó y obtuvo permiso para dirigirse a la multitud que se amontonaba debajo de él; y ahora hemos visto qué relato sereno y sublime pudo dar en tales circunstancias de su conversión milagrosa al Señor Jesús en su camino a Damasco, y de la visión que tuvo después de su Señor en el templo, advirtiéndole que su los esfuerzos por ganar a sus compatriotas en la metrópoli serían infructuosos, que debía escapar de ella sin demora, y que, en lugar de hacer de sus compatriotas su principal preocupación, sería enviado lejos, a los gentiles.

Esa palabra, sin embargo, "a los gentiles", despertando al máximo sus prejuicios nacionales, azotó a la multitud en una furia loca que, de no haber sido por la presencia del tribuno, habría producido rápidamente resultados fatales. El oficial al mando, impotente por su ignorancia del idioma en el que Paul había pronunciado su discurso, y concluyendo que debe ser algún forajido, y probablemente un egipcio, que antes de eso se había insurrecto a la cabeza de un formidable baudio de asesinos, ha lo apretaron con correas, como ya sus manos habían sido atadas con cadenas, para prepararlo para el látigo con el que pensaba arrancarle la confesión de sus crímenes.

En estas circunstancias críticas, Pablo, elevándose a la dignidad de un ciudadano romano, tranquilamente le pregunta al centurión sirviente si tal procedimiento hacia un romano era legal. Esto lleva a una entrevista con el propio tribuno, quien, sabiendo que si el prisionero era en verdad romano, había actuado ilegalmente, lo interroga ansiosamente sobre el tema. En esta entrevista, la dignidad, la serenidad y la perfecta presencia de ánimo con que se comportaba el apóstol contrastan finamente con la consciente inferioridad del tribuno, en cuanto a su posición civil, respecto del hombre a quien había deshonrado tanto.

En consecuencia, aunque el oficial al mando se alegra de que lo liberen de sus ataduras y lo entreguen al Sanedrín para ser juzgado, como el tribunal apropiado, el apóstol está tan listo para comparecer ante estos eclesiásticos como antes lo había estado para encontrarse cara a cara a la autoridad militar.

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