Y dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se apartó de ella.

Y dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. ¡Maravillosa fe, en contra de la ley natural, y en un asunto que a una prometida y ya en la ley, esposa de uno de la línea real, era adecuada para inspirar sentimientos en el último grado dolorosos y vergonzosos! ¡Conozca el recipiente para tal tesoro!

Observaciones:

Las reflexiones más naturalmente sugeridas por esta sección son mejor transmitidas por la Santísima Virgen misma, en el Himno exaltado que pronunció bajo el techo de Isabel. Pero lo que ella no pudo expresar puede indicarse aquí.

(1) El lenguaje en el que el ángel transmitió a la Virgen el modo en que su Descendencia vendría al mundo es casi tan notable como el evento mismo. Está demasiado alejada de la fraseología ordinaria y, considerando el tono bajo y el sentimiento que entonces prevalecía, que está bien reflejado en los evangelios apócrifos de una fecha algo posterior, demasiado elevada en su delicada simplicidad para admitir cualquier duda de que es la misma fraseología empleada por el ángel. Y cuando se recuerda cómo cada palabra y giro de expresión en este verso tan notable, que contiene toda la información que poseemos sobre este tema, ha sido escudriñado por amigos y enemigos en cada época, y comparado con todo lo que sabemos de la Persona y Carácter de Jesús de Nazaret; y que ni una sola palabra o matiz de pensamiento en él se ha encontrado inadecuado para la ocasión, sino todo de acuerdo con circunstancias de santidad y delicadeza sin igual, ¡qué carácter de autoridad divina imprime en este Tercer Evangelio!

(2) La información que se nos da en este versículo proporciona la única clave adecuada para la vida sin pecado del Hijo de la Virgen. Como los hechos de Su Historia registrada muestran que Él estuvo aquí a través de los "Inmaculados y Apartados de los pecadores", así tenemos aquí la raíz de todo, en esa operación del Espíritu Santo que después de Su nacimiento tuvo que continuar meramente como un energía interna, con el fin de desarrollar todo lo que fue seminal allí desde el principio.

Esta es la tercera escena de la gran Historia de la Redención, que fusiona bellamente las dos primeras.

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