Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. En, "y después de eso no tienen más que puedan hacer".

Más bien, temedle a él - en Lucas esto es peculiarmente solemne, "Os advertiré a quién debéis temer", incluso a Él.

Que es capaz de destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno. Una prueba decisiva es que hay un infierno tanto para el cuerpo como para el alma en el mundo eterno; en otras palabras, que el tormento que aguarda a los perdidos tendrá elementos de sufrimiento adaptados tanto a la parte material como espiritual de nuestra naturaleza, las cuales, estamos seguros, existirán para siempre. En la correspondiente advertencia contenida en Lucas, Jesús llama a sus discípulos "amigos míos", como si hubiera sentido que tales sufrimientos constituían un vínculo de especial ternura entre él y ellos.

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