No son bendecidos los que lloran por motivos mundanos, sino los que lloran por sus pecados. El dolor que es según Dios, dice San Pablo, produce penitencia constante para salvación, pero el dolor del mundo produce muerte. (2 Corintios VII. 10.) Lo mismo se promete en San Juan; (xvi. 20) llorarás y lamentarás, pero el mundo se regocijará; y estarás triste, pero tu dolor se convertirá en gozo. (Menochius)

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