Y algunos de ellos dijeron: ¿No pudo este hombre, que abrió los ojos de los ciegos, haber hecho que ni siquiera este hombre muriera?

Mientras María había derramado el dolor de su corazón al Señor, también subieron los judíos que habían estado en la casa con ella. Ahora María estaba llorando y gimiendo, y los judíos se unieron a ella, porque un dolor tan profundo y desenfrenado es contagioso. Todo esto conmovió profundamente a Jesús; Estaba indignado en el espíritu, profundamente afectado. El espectáculo lo angustió tanto que llegó a un estado de ansiedad y emoción.

Estaba fuertemente agitado por el poder que el enemigo de la humanidad, la muerte, exhibía aquí sobre los seres humanos. Porque la muerte ciertamente se había mostrado en este caso como el rey de los terrores, al tomar de estas hermanas a su hermano y protector, uno que era, además, un amigo suyo. La muerte es un enemigo cruel, porque en un momento destruye la felicidad de familiares y amigos, y rompe los lazos más estrechos.

Y detrás de la muerte está la espantosa figura de aquel que tiene el poder de la muerte, el diablo, el asesino desde el principio. Jesús preguntó por la ubicación de la tumba, ya que quería que los presentes lo acompañaran allí. Él, la Fuente y Campeón de la vida, salió aquí para enfrentarse al enemigo de la vida y arrancarle su presa. Esto lo podía hacer, porque era más que un simple ser humano; Poseía el poder del Dios Todopoderoso.

Pero que Él también era un verdadero ser humano, lo mostró aquí. Porque mientras la procesión se acercaba al sepulcro, las lágrimas asomaron a los ojos de Jesús, y lloró. El sentimiento de dolor fue tan fuerte que hizo que estas lágrimas salieran de sus ojos. Y con sus lágrimas santificó las lágrimas, el dolor de los creyentes en las tumbas de sus seres queridos. Esta acción de Jesús provocó varios comentarios. Algunos judíos se sintieron profundamente conmovidos por esta conmovedora muestra de amor y simpatía.

Pero otros se mostraron escépticos. Sabían de Su curación del hombre que había nacido ciego, y de una manera medio desconcertada y medio burlona le preguntaron por qué no previno la muerte, con tal poder a Su disposición. El hecho de que los incrédulos se burlen de una u otra característica del cristianismo no debe desanimar a los cristianos en su trabajo, porque si Cristo tuvo tales experiencias, sus seguidores no pueden esperar menos.

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