Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian y oren por los que los desprecian y los persiguen.

La medida cautelar recibe su aplicación en todo momento y en todo lugar. Lo impresionante del pasaje se ve realzado por el contraste presentado en cada miembro del dicho. La maldición es recibida con bendición; el odio, que provoca lesiones, con el bien hacer; y abusos de todo tipo, que culminan en persecuciones derivadas del odio religioso, con oración e intercesión. Cualquiera que sea la mezquindad que puedan idear los enemigos, el ingenio del amor encontrará la manera de abrumarlos con bondad. Porque su objeto es siempre encontrar caminos y

medio de ganar al adversario y, sobre todo, de ganarlo para el Señor.

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