El escritor trata ahora el tema del mejor culto. A este respecto, vuelve a citar la profecía de Jeremías para enfatizar la predicción del nuevo pacto sobre el perdón de los pecados. A través de esta ofrenda y sacrificio de Cristo, los adoradores entran en una relación con Dios en la que no hay más conciencia del pecado, sino, en cambio, un deleite en hacer la voluntad de Dios, y así se cumple la segunda parte de la predicción de Jeremías.

La provisión hecha en Cristo impone una nueva responsabilidad a quienes la comprenden. El velo se ha rasgado y se ha abierto un camino hacia el Lugar Santísimo. Aquellos que entren a través de este velo rasgado pueden hacerlo con valentía. Esa responsabilidad se describe como triple: "Acerquémonos", "Mantengamos firme", "Consideremos los unos a los otros".

A continuación, se presenta una advertencia solemne sobre el pecado de una posible apostasía. Aquellos culpables de tal pecado han "hollado al Hijo de Dios ... contado la sangre ... cosa impía ... hecha a pesar del espíritu de gracia". Si se rechaza este gran camino de salvación, este sacrificio más poderoso de todos, no queda ningún otro sacrificio. La obra de Jesús es lo más posible de Dios para la salvación del hombre. Si esto es rechazado, con tal rechazo el hombre elige deliberadamente para sí mismo la única alternativa posible, que es la venganza de Dios. En cuanto a que el escritor dice: "Es una cosa terrible caer en las manos del Dios viviente".

La advertencia termina con palabras llenas de esperanza. Habían resistido, tomando con gozo el despojo de sus posesiones, y se les insta a no desechar su osadía. La fe era la condición permanente de la vieja economía, y también lo es de la nueva.

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