1 Juan 5:10

El testigo interior.

I. Primero debe determinarse la naturaleza del testigo. La ilustración sugiere que el testigo debe ser algo claro y definido, y que se pueda determinar más allá de toda duda. (1) Existe la experiencia consciente de una nueva fuerza que actúa sobre el alma, una nueva vida que circula en cada facultad. (2) Esta nueva fuerza interior está conectada invariablemente con una cierta creencia, que se reúne en torno a una forma inmutable: la forma de Cristo en Su cruz.

(3) Todo el hombre es cambiado y cambiado en la dirección de la santidad. El agua purificadora ha tocado la conciencia y el corazón, y los ha limpiado ya semejanza de Cristo, el santo reflejo de un Salvador puro y santo.

II. Debemos echar un vistazo a lo que prueba el testigo. Tenemos el testimonio en nosotros mismos, pero ¿de qué? (1) Primero, es a la realidad y solemne grandeza del mundo invisible el alma, el pecado, el Salvador, Dios, el cielo y el infierno. El alma vivificada realmente ve y toca estas cosas con una intensidad tan verdaderamente igual a la de la vista corporal que deja la importancia relativa de las dos palabras en su valor natural y apropiado.

(2) Entonces es un testimonio de la verdad del cristianismo. Porque el hombre lo ha probado y ha demostrado que es lo que profesa ser. (3) Es un testimonio de la autoridad y el poder divinos de la palabra de Dios. Porque tal hombre abre su Biblia y encuentra allí la imagen viva de sí mismo. (4) Es un testimonio de nuestra aceptación personal ante Dios. Es el testimonio del Espíritu con nuestro espíritu de que en verdad somos hijos de Dios.

Porque ¿de dónde viene esta vida interior, esta fuerza divina, que obra sobre el alma, de dónde esta viva vista de la cruz y la vida nueva y superior que llena el alma una vez muerta en delitos y pecados? ¿De dónde vienen sino de Dios? Ellos son Su voz, y esa es la voz, no de un Juez vengador, sino de un Padre misericordioso y reconciliado.

E. Garbett, Experiencias de la vida interior, pág. 61.

Referencias: 1 Juan 5:10 . Spurgeon, Sermons, vol. xxi., núm. 1250; vol. xx., nº 1207; vol. xxiv., nº 1428; Preacher's Monthly, vol. v., pág. 214.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad