Hebreos 11:26

El mejor país.

I. Mire, en primer lugar, el estado del alma aquí especificado, "Ellos desean". Esa palabra denota un ardiente anhelo por la posesión de algo que no tenemos ahora, pero que finalmente podemos llegar a llamar nuestro; y cuando se usa, como aquí, para designar la actitud de un alma creyente hacia el cielo, debe notarse que es algo positivo. (1) Por lo tanto, no debe confundirse con la aversión por los males de la vida presente que con frecuencia se confunden con ella.

(2) De manera similar, no debemos suponer que podemos usar el término para designar esa sumisión a lo inevitable que hace que un hombre diga que si debe dejar el mundo, aunque preferiría mucho permanecer en él, preferiría ir al mundo. el cielo que el infierno. El deseo en tal caso, muy claramente, es permanecer en la carne; y si uno no tiene una atracción más poderosa por el cielo que el hecho de que no es el infierno, está muy lejos de ser apto para participar de la herencia de los santos en la luz.

(3) Incluso la verdadera resignación cristiana no es deseo. El deseo es una atracción al cielo por sí mismo; un ansioso anhelo de estar con Cristo y aquellos que lo aman perfectamente y le sirven constantemente en las alturas.

II. Nótese el objeto hacia el cual se dirige este estado de corazón: "La mejor tierra, es decir, la celestial". Las cosas malas de la tierra estarán ausentes, y las cosas en las que el cristiano más se deleita serán poseídas, no sólo en una medida infinitamente más rica, sino eternamente; por tanto, para aquellos que valoran esta vida por amor de Cristo, el cielo debe ser, no puede dejar de ser, un objeto de deseo.

III. Note la influencia de este deseo en aquellos que lo aprecian. "Confesaron que eran forasteros y peregrinos en la tierra". Ahora esa confesión tiene una triple influencia. (1) Evita que aquellos que lo hacen consideren las cosas de esta vida como supremas. (2) Sostiene al cristiano bajo las aflicciones presentes. (3) Da consuelo en el duelo y alegría en la muerte.

WM Taylor, Christian World Pulpit, vol. xvi., pág. 113.

Referencias: Hebreos 11:26 . Revista del clérigo, vol. iii., pág. 210; Arzobispo Benson, Boy Life, pág. 368; G. Matheson, Momentos en el monte, pág. 93.

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